No es un presentimiento, ni un vaticinio delirante para
poder regodearme después al cumplirse. Porque se terminaría cumpliendo. No, no
por el destino; sino por fuerza propia y manipulación de las situaciones.
Pero no me salten a la yugular, tranquilos que al destino lo
dejo en paz así no me rompen más. No me escrachen en su lista de opositores al
oráculo griego. Qué más da, me importa ocho cuartos.
Mejor paso a lo que realmente les vine a hablar.
Es fundamental la imaginación a la hora de entender este razonamiento,
así que cierren los ojos, abran la mente. Espíen todo lo que quieran.
Un ascensor, mientras más estrecho mejor. Bien antiguo, con
la típica reja que se abre cortando clavos, y la amenaza siempre latente de que
se detenga entre dos pisos.
No sé si lo habrán notado, pero la gente allí adentro se
transforma.
De repente, cambian su metabolismo y respirar ya no es un
signo vital. Repetir esas frases obligadas no significa conversar. Y los ojos… no
se les ocurra cometer la torpeza de coincidir la mirada con otra persona, eso
significará bajar la vista de inmediato y no despegarla del abrojo gastado de
las zapatillas durante el resto del trayecto.
Sí, sé lo que piensan. Y tienen razón, no deja de ser una
cuestión de segundos. ¡Pero qué segundos…! Eternos. Insoportables. Con ese
pitido infernal sonando en cada piso, segundero de pesadillas.
Incluso la tan ansiada llegada a la planta baja genera
problemas. Unas miradas, unos cabezazos inútiles y unos movimientos toscos.
Hasta que alguno (generalmente el que está más cerca de la reja) gira su torso
intentando mover lo menos posible los pies, para finalmente abrir la tapa de
esa olla a presión y salir disparados al exterior.
Es inadmisible olvidar el saludo por compromiso, ya que tal
falta significaría convertirse en un mal vecino.
Entonces, cuando me quiten el aliento y eso me acelere el
corazón, cuando me obliguen a decir (pensar) palabras que signifiquen una
conversación, cuando mi mirada quede hipnotizada, perdida, en la suya… ahí
sabré que he encontrado a la mujer de mi vida en un ascensor.
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