Vasos que vienen llenos y vuelven
vacíos, el proceso se repite varias veces. La gente viene, pero la mayoría no
vuelve, se queda afuera. Hace media hora que perdí la cuenta, pero me gusta
pensar que cada vaso es el primero, y lo disfruto como tal.
Más y más mujeres entran, pero
esta noche se ven insignificantes al lado de las botellas que son el centro de
la escena. Hasta algunas son protegidas a capa y espada, y me las encargan para
que las guarde bajo llave. Todo el mundo tiene el mismo destino, así que voy
por el pasillo hasta la puerta que da afuera, y respiro el aire puro (que es un decir, ya que el cigarro
le quitó esa cualidad hace rato).
Conocidas, algunas, me saludan.
Otras, desconocidas, hacen lo propio, no vaya a ser cosa que llamen la atención.
Pero una, aún lejos de querer resaltar, termina causando ese efecto. Me
alborota los planes, me hace tartamudear sin hablar, y tropezarme sin moverme.
El fernet que sujeto en mi mano tiembla, no es que tenga miedo de caerse, sino
de perderme. Se pone celoso. Lo aparto a un lado y me acerco a esta piba que no
conozco, por ahora.
Mentiría si digo que es amor a
primera vista, mejor dicho, mentiría si digo que es amor, evitemos esa palabra
por favor. Pero no puedo negar que me atrae, y me va metiendo cada vez más en
un lío, hermoso, pero del que me va a costar salir.
Vasos que vienen llenos y vuelven
vacíos. La gente ya no viene, solo pasa, y sigue yendo afuera. Pero ahora yo
estoy adentro, en contra de lo que cualquiera podría suponer. Sigo con ella, la
verdad es todo un logro que no me haya mandado a la cama por ser un nene. Igual no
es mérito mío, se lo debo a ella y su simpatía, pero apartemos las cosas lindas
que si me escucha me mata por chamuyero.
El fernet sigue celoso, más ahora
que nunca, y toma venganza. Nos hace olvidar lo que fue, para mí, el mejor
momento de la noche, y hasta nos confunde sobre lo sucedido. Pero preferimos no
aclararlo… no vaya a ser cosa que oscurezca. A forma de castigo, lo abandono
(por el resto de la noche nomás, tampoco me pidan imposibles)
La cancha se embarra, se pone
difícil para jugar, y me deja desnudo. Ya no me quedan armas, palabras, no me
queda nada más que ir con la verdad. Capaz eso no sea suficiente, pero es lo
mejor que puedo dar, y prometo volver a verla. En sí es una apuesta, pero estoy tan seguro de
que va a ser así, que ni me molesto en consensuar un premio.
No vienen más vasos, y los pocos
que están dando vueltas terminan en el suelo. La gente ya no viene ni pasa,
solamente se va. Quedan, en su mayoría, las mismas caras de siempre, esas que
no se van con facilidad. Pero no me interesa, en este momento sólo tengo una
cara en mente y la estoy viendo, a pesar de que no está más. Sólo me conforta
saber que mañana voy a hablar con ella, sin compromisos, y así va a estar bien.
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